Archivo por meses: julio 2013

Lo que falla es el modelo


Gerardo Bustos

Ya no vale eso de “haz lo que yo digo, pero no hagas lo que yo hago”. Las palabras no sirven para nada si se estrellan contra un comportamiento que las desmiente. En España sobran discursos y faltan modelos a seguir. Desde Andalucía hasta Cataluña, sobrevolando Madrid, haciendo una excursión a Valencia o pasando de puntillas por Galicia. Cuesta trabajo encontrar un ayuntamiento, una comunidad o un rincón de ejercicio de poder al que acogernos como un modelo a seguir. En España nos falla el modelo, no hay modelo ejemplar donde alguien nos lleve al huerto por sus hechos. Y cuando parece que lo hay, sólo es cuestión de tiempo.

Un viejo y querido amigo, del que bebo no pocas ideas a través de sus sabias palabras y de sus ricas vivencias, me impresionó un día con su teoría de que da igual lo que hablemos a los hijos, porque lo que realmente les aportamos es un modelo. Gracias a esa teoría, sus hijos viven. Niño de la guerra, creció exiliado en un país latinoamericano donde llegó a ser ministro. Pero antes pasó por unos años duros de dictadura y clandestinidad. Él ocultó en casa su actividad política y sus hijos bebieron de él un modelo de banalidad política. Gracias a eso, siguen vivos.

Mientras tanto, muchos compañeros de clandestinidad compartían en casa la aventura de su vida, discutían día a día los avatares políticos que vivían minuto a minuto con total riesgo. Un modelo tan atractivo para sus jóvenes e inquietos hijos, que muchos de ellos se aferraron a la fórmula de la reivindicación política como ilusión ardiente de juventud. Con tanta fe y pasión, que no pocos de ellos fueron apresados, torturados y arrojados al mar para hacerlos desaparecer.

La fuerza del modelo

Nunca he encontrado un ejemplo real tan vivo sobre la fuerza del modelo.  Porque de poco valen las palabras si no van acompañadas por gestos. Sobre todo, de nada valen unas preciosas teorías, si no caminan en la misma senda que el gran lenguaje de gestos que es el desarrollo de tu propia vida.

La sociedad española está viviendo, o sufriendo, esa falta de modelo. Y el empleado público también. Seguramente hay muchas más razones que expliquen la situación, pero yo me conformo con destacar tres que reúnen tres requisitos comunes: son fácilmente identificables, han echado raíces culturales y se podrían atajar con voluntad política y/o social.

1. El entramado político

Construimos desde la transición un entramado político con un fuerte apoyo a los partidos políticos para sortear la demonización que de ellos había hecho la dictadura. Era necesario apuntalar la democracia reforzando los instrumentos que organizan su gestión. Pero el bálsamo curativo de ayer es el origen de la enfermedad actual. Esos cuidados, tres décadas después, han generado un colectivo más preocupado por su protección y por el control de todos los poderes y de todos los resortes del poder, que por la pureza democrática. Se ha creado un sindicato de casta en el que las preocupaciones comunes son más fuertes que los matices diferenciadores de las siglas.

La falta de transparencia, el omnímodo poder de los aparatos, la disciplina obligada por miedo a ser apeados de las listas cerradas, el brazo poderoso del poder político sobre los otros poderes e instituciones y la financiación opaca e insaciable, han desvirtuado totalmente el papel motor de la sociedad que deberían tener las organizaciones políticas. La sociedad percibe a los políticos alejados y preocupados únicamente de sí mismos.

Se necesita políticos patriotas, preocupados por la sociedad y concienciados por su vocación de servicio. Lo suficientemente generosos como para entender que su actitud durante estas décadas arrastra a los políticos y a los partidos al descrédito. En definitiva, hunden la democracia en una hemorragia de decepción. De tal suerte, que crece la sensación de ver la democracia como un problema, cuando tiene que ser claramente la solución a nuestra vida organizada.

2. La religión

A veces miramos con envidia hacia el Norte, donde podemos ver como los ministros dimiten porque se descubre que décadas atrás se rindieron a la tentación del corta y pega al construir su tesis doctoral. De pronto descubrimos la palabra vergüenza y el verbo dimitir, peligrosamente combinados. Desgraciadamente por estos lares es más frecuente ver como nuestros hombres públicos silban mirando al techo mientras juegan al despiste.

Se habla mucho del carácter latino, pero no hay que olvidar el componente religioso del latino. Los católicos usan la Biblia para contarla, mientras que los luteranos ven la Biblia como un compendio de instrucciones para la buena conducta humana.

Un aspecto importante es la idea del trabajo. Para el católico el trabajo es un castigo de Dios, derivado del pecado original. El protestante considera que el trabajo es fundamental para el hombre, se honra a Dios a través del trabajo diario. Para éstos la profesión tiene un sentido ético-religioso, cuyo objeto es el cumplimiento en el  mundo de los deberes que a cada cual impone la posición que ocupa en la vida.

3.    La picaresca

El tercer elemento al que quería aludir es nuestra educación y cultura un tanto tramposas. La picaresca es un deporte nacional y el lazarillo de Tormes es nuestro héroe. La trampa, el truquillo, el sorteo de la realidad, la falta de rigor y la chapucilla en nuestro envoltorio natural, nos hacen gracia.

Pocos países habrá en los que un ciudadano ose presumir ante sus amigos de haber defraudado a hacienda. Aquí hay gente, demasiada gente, que no sólo se cuela en el autobús, sino que además tiene la necesidad imperiosa de presumir de ello. Y lo que es peor, siempre encontrará un coro memo que le ría la gracia.

 El error es la respuesta

No somos capaces de tener un listado del bien y del mal objetivo y claro, porque hasta para eso nos instalamos en el “depende”. Sobre todo, depende de quién. Quiero decir que somos capaces de actuar, incluso con nuestro voto, “comprendiendo” a los nuestros. Rechazamos los actos en función de su actor, no en función del hecho. Miramos a los transgresores no como transgresores sin más, sino como “nuestros transgresores” o los “otros transgresores”.

Ahí está la trampa; en la respuesta. La respuesta es el modelo y nuestro modelo acaba siendo, como la respuesta, un “depende”. Independientemente del signo que sea, porque éste es un mal nacional por encima de las ideologías, nuestros políticos nos vuelven locos a los ciudadanos, a las instituciones, a las Administraciones Públicas, a los poderes del Estado. Se diría que molestan todas las figuras institucionales que aplican su marco de control y encomienda social: los inspectores de hacienda, los jueces, las fuerzas de seguridad, los interventores, las mesas de contratación, etc.

Demasiado marxista suelto

Dice Tolstoi en “Confesión” que “cuanto más elevados son esos ideales, más avanza la humanidad hacia la felicidad suprema”. Quizá eso explique que se esté generando una sociedad de infelices. En realidad aquí lo que parece es que tenemos mucho marxista suelto (de Groucho, marxiano), haciendo honor a aquella soberbia línea maestra de “estos son mis principios, pero si no te gustan tengo otros”.

Tenemos una sociedad huérfana de modelo, porque los comportamientos no son imitables y el discurso oscila con el “depende”. Un caldo de cultivo ideal para que aparezca alguien con el discurso claro y expreso desde un vértice tirano. Así se desarrollaron los fascismos hace menos de un siglo.

La reforma permanente

Vivimos en la reforma permanente desde la transición hasta nuestros días. Pero salvo en los comienzos, donde hubo un gran proyecto nacional y un gran pacto, el resto del camino reformista se ha hecho a base de retazos, parcelas y parcheos. Ni gran proyecto ni, por su puesto, gran pacto.

Y aquí es donde me parece imprescindible a estas alturas de la película plantear que la gran reforma pendiente es cultural, de educación cívica. Llevamos décadas dando vueltas a las reformas, para no entrar de lleno en el problema fundamental: los comportamientos como expresión modélica de las ideas.

Los comportamientos sociales pueden variar. Salvando las distancias, vemos como en estos treinta años la cultura cívica del conductor ha cambiado radicalmente en España. Prueba evidente de que los comportamientos y las culturas de un país pueden evolucionar en la línea adecuada, especialmente si todos remamos en la misma dirección.

El funcionario mira al vértice de la pirámide

En este marco, la administración lleva varios años viviendo su peculiar falta de modelos. La Administración, las Administraciones Públicas, son extremadamente jerárquicas. El funcionario siempre mira hacia arriba, pero desde dentro percibe mejor y más pronto los divorcios entre palabras y comportamientos.

Un ejemplo universal: no hay político que se precie que no presuma de reducir las estructuras administrativas. Y el funcionario oye ese discurso mientras asiste al espectáculo de la ingeniería del lenguaje, el rico florecer de unidades sucedáneas con nombres al margen de la estructura para que escapen a los recuentos homologados: departamentos, divisiones, unidades de apoyo, direcciones técnicas, vocales asesores con mando en plaza, etc.

Con lo fácil que sería darle valor no a decir que se han reducidos las estructuras, sino a reconocer la realidad y contarla con la mayor sinceridad del mundo.

Ya he comentado al principio que los problemas señalados se pueden atajar con voluntad política y social. Y la verdad es que cuesta trabajo entender a qué esperan nuestros políticos para tener esa voluntad política y a la sociedad española para exigírsela. No vamos a ser un país serio mientras quienes nos dirigen, aspiran a dirigir y administran no tengan un comportamiento ejemplar y coherente, acorde al discurso y al proyecto que nos ofrecen.

Nada mejorará tanto la productividad del funcionario como un chorreón de comunicación interna y una buena hemorragia de sinceridad, claridad y honestidad con el lenguaje.

Sobre la factura electrónica


Gema T. Pérez Ramón

Hoy, 11 de julio de 2.013, presenta la Subsecretaria del MINHAP, Pilar Platero, la factura electrónica como un proyecto novedoso y que va a suponer un ahorro de costes tanto para la administración como para el empresario.

Se puede ver la presentación ante la prensa en este enlace  http://www.youtube.com/watch?v=roZO7WruBjI

Asegura que con este proyecto de ley se va a dar liquidez a los proveedores, porque van a poder conocer en qué momento van a recibir el dinero de la Administración.

imagen factura

Igualmente comenta que no vamos a encontrar “facturas en el cajón”  y reconoce que ha sido una práctica habitual en nuestras organizaciones. La idea es que a partir de la entrada de la factura en el registro contable  se da a conocer al gestor para que dé su conformidad o disconformidad al contenido de la factura. Si se supera el plazo de tres meses para dar el ok a la factura, saltará la alarma y se exigirá un informe de morosidad a las organizaciones, se va a conocer quiénes son los más morosos.

El modelo va a ser obligatorio para las grandes empresas, los de gran trascendencia económica, de momento.

Se pretende  utilizar  este sistema no sólo para mejorar el cobro por parte de empresas proveedoras, sino también como elemento de lucha contra el fraude ya que la información se entregará a la AEAT y a la TGSS. Se pretende que sea un instrumento de compensación de las deudas empresa- administraciones públicas.

Cualquier proyecto de innovación tecnológica es bueno, de momento tiene buena pinta, pero tiene que ir acompañado no sólo de desiderátums sino de hechos ciertos: ¿van a conseguirse unos pagos más ágiles a empresas proveedoras? ¿va a ser fácil compensar las deudas?¿entran todas las administraciones en el modelo en el mismo momento y con el mismo ritmo?

Ojalá sí.

El plazo de entrada en vigor del registro contable es de 1 de enero de 2.014. Poco queda para que lo veamos.